Wolfgang Hermann
Despedida que no cesa
Periférica

Páginas: 112
Formato: 21 x 14 x 2
Peso: 0.3 kgs.
ISBN: 9788416291380

Una mañana de invierno, el hijo adolescente de Wolfgang Hermann apareció muerto, inesperadamente, en la cama. Este acontecimiento distorsionó toda la vida del autor, el padre, aislándolo de la vida exterior y sumiéndolo en un frío intenso y doloroso. Hermann no pudo escribir sobre aquella terrible pérdida hasta pasados más de diez años... El fruto fueron estas hermosas y estremecedoras páginas. Que no sólo narran aquella experiencia, sino también el proceso de «resurrección» que tuvo que afrontar el propio autor para sobrevivir al dolor, para hacer que la vida volviera a ser, al menos, soportable. Por el altiplano, encima del lago de la montaña, caminaban de noche un hombre y su hijo adolescente. La luna relucía detrás del bosque, algunos rayos calaban la espesura de troncos y jugaban en sus rostros. Hablaban poco. Sus voces se deslizaban suavemente a ras de la grava del camino y se fundían con el rugido del torrente al que se iban acercando. Parecía que aquel bosque giraba con ellos, mientras la luna seguía sus huellas como si no quisiera perderlos. Daban muy seguros sus pasos y estaban muy cerca el uno del otro bajo la quieta iridiscencia del astro. Y la querencia del padre por el altiplano se trasladaba profundamente al hijo. Fabius y yo éramos aquel altiplano. Cuando el mundo aún existía.

Despedida que no cesa - Wolfgang Hermann

$17.500
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Wolfgang Hermann
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Una mañana de invierno, el hijo adolescente de Wolfgang Hermann apareció muerto, inesperadamente, en la cama. Este acontecimiento distorsionó toda la vida del autor, el padre, aislándolo de la vida exterior y sumiéndolo en un frío intenso y doloroso. Hermann no pudo escribir sobre aquella terrible pérdida hasta pasados más de diez años... El fruto fueron estas hermosas y estremecedoras páginas. Que no sólo narran aquella experiencia, sino también el proceso de «resurrección» que tuvo que afrontar el propio autor para sobrevivir al dolor, para hacer que la vida volviera a ser, al menos, soportable. Por el altiplano, encima del lago de la montaña, caminaban de noche un hombre y su hijo adolescente. La luna relucía detrás del bosque, algunos rayos calaban la espesura de troncos y jugaban en sus rostros. Hablaban poco. Sus voces se deslizaban suavemente a ras de la grava del camino y se fundían con el rugido del torrente al que se iban acercando. Parecía que aquel bosque giraba con ellos, mientras la luna seguía sus huellas como si no quisiera perderlos. Daban muy seguros sus pasos y estaban muy cerca el uno del otro bajo la quieta iridiscencia del astro. Y la querencia del padre por el altiplano se trasladaba profundamente al hijo. Fabius y yo éramos aquel altiplano. Cuando el mundo aún existía.