Herman Melville
Las encantadas
Berenice

Páginas: 166
Formato: 20 x 13 x 2
Peso: 0.3 kgs.
ISBN: 9788496756571

Las Encantadas es un libro delicioso firmado por el maestro Herman Melville y compuesto por diez fragmentos descriptivos de las islas Galápagos. Una pequeña obra maestra que posee una especial capacidad de fascinación sobre los lectores contemporáneos y que ahora presentamos en una nueva traducción y con un extenso prólogo a cargo del traductor y especialista David Cruz. Melville encontró en estas islas un escenario ideal donde proyectar o extraer de ellas temas que le obsesionaban de manera pertinaz. El archipiélago volcánico -apenas habitado por el ser humano, en el que la aridez del paisaje natural se veía tan sólo moteado por las aves y unas cuantas especies de reptiles, y donde tienen su morada los animales que le dan nombre- era para Melville algo así como el Infierno de Milton hecho roca. Tenía ante él, por un lado, un espacio natural que se acomodaba a su imaginación, a su nihilista e irónica concepción de la realidad, y, por otro, un laboratorio de pruebas donde podía comprobar cómo es la vida en el margen o el extremo, pues allí no había nada.

Las encantadas - Herman Melville

$12.500
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Las encantadas
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Páginas: 166
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Las Encantadas es un libro delicioso firmado por el maestro Herman Melville y compuesto por diez fragmentos descriptivos de las islas Galápagos. Una pequeña obra maestra que posee una especial capacidad de fascinación sobre los lectores contemporáneos y que ahora presentamos en una nueva traducción y con un extenso prólogo a cargo del traductor y especialista David Cruz. Melville encontró en estas islas un escenario ideal donde proyectar o extraer de ellas temas que le obsesionaban de manera pertinaz. El archipiélago volcánico -apenas habitado por el ser humano, en el que la aridez del paisaje natural se veía tan sólo moteado por las aves y unas cuantas especies de reptiles, y donde tienen su morada los animales que le dan nombre- era para Melville algo así como el Infierno de Milton hecho roca. Tenía ante él, por un lado, un espacio natural que se acomodaba a su imaginación, a su nihilista e irónica concepción de la realidad, y, por otro, un laboratorio de pruebas donde podía comprobar cómo es la vida en el margen o el extremo, pues allí no había nada.