Louisa May Alcott, la aclamada autora de Mujercitas, se inspira en su propia infancia para esbozar un magistral retrato del sueño de una familia que no dudó en unir sus fuerzas para hacer realidad lo irrealizable.

Massachusetts, finales de 1840. Los Lamb acaban de llegar por fin a su edén particular: una comuna que profesa la filosofía de los trascendentalistas (la de Thoreau y Emerson). Allí, planean vivir apartados del resto de la sociedad, alimentándose de la tierra y siguiendo los principios de la belleza, la virtud, la justicia y el amor, en su búsqueda de una existencia perfectamente armonizada con su entorno y las demás criaturas de Dios. Todo parece sencillo y amigable en ese bosque lleno de intelectuales bienintencionados, pero quizá necesiten algo más que filosofía para sobrevivir: ¿cómo harán frente al crudo invierno de Nueva Inglaterra? ¿Acaso saben algo sobre el mundo del pastoreo y la agricultura? ¿Qué ocurrirá cuando lleguen las primeras tormentas?

 

Louisa May Alcott nació en Germantown, Pensilvania, en 1832. Fue educada en el campo junto con sus hermanas, bajo la influencia de su padre, el filósofo Amos Bronson Alcott, y varios amigos de este, como Ralph Waldo Emerson, Nathaniel Hawthorne y Henry David Thoreau, de cuyo pensamiento se empapó desde la infancia. Debido a la pobreza de su familia, empezó a trabajar muy joven, ya fuera como maestra, costurera, institutriz o criada; también buscó compensación económica con su literatura: por ejemplo, a los dieciséis años escribió una serie de relatos para Ellen Emerson, que en 1854 serían publicados bajo el título Flower Fables. En 1860 empezó a escribir, bajo pseudónimo, para la revista Atlantic Monthly, y, durante la guerra de Secesión, entre 1862 y 1863, fue enfermera en el Hospital de la Unión en Georgetown, donde contrajo la fiebre tifoidea, algo que afectó a su salud el resto de su vida. Las cartas en que refería sus experiencias como enfermera, publicadas bajo el título Hospital Sketches (1863), la lanzaron a la fama. Su primera novela, Moods, se publicó al año siguiente, y en 1865 se marchó a Europa, para volver dos años después y asumir la dirección de una revista para niños, Merry’s Museum. Pero el verdadero éxito le llegó con la publicación de la novela autobiográfica Mujercitas (1868), una obra que escribió por encargo de su editor y en la que se aprecia uno de los temas más importantes de Alcott: la educación de las mujeres durante la juventud. Más tarde escribiría Una muchacha anticuada (1870), Hombrecitos (1871), Ocho primos (1875), Rosa en flor (1876) y Los chicos de Jo (1886), también inspiradas en sus experiencias como educadora. En otra línea más adulta, produjo una serie de novelas y ensayos de gran valor publicadas bajo pseudónimo, como Fruitlands (1873; Impedimenta, 2019) o Un Mefistófeles moderno (1887). Durante toda su vida, Alcott fue una entregada defensora de los derechos de la mujer, abogando en sus ensayos por el derecho al voto, y también apoyando la causa abolicionista. Pasó sus últimos años de vida en Boston, Massachusetts, donde murió en 1888, días después del fallecimiento de su padre.
 

Fruitlands - Una experiencia trascendental - Louisa May Alcott

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Louisa May Alcott, la aclamada autora de Mujercitas, se inspira en su propia infancia para esbozar un magistral retrato del sueño de una familia que no dudó en unir sus fuerzas para hacer realidad lo irrealizable.

Massachusetts, finales de 1840. Los Lamb acaban de llegar por fin a su edén particular: una comuna que profesa la filosofía de los trascendentalistas (la de Thoreau y Emerson). Allí, planean vivir apartados del resto de la sociedad, alimentándose de la tierra y siguiendo los principios de la belleza, la virtud, la justicia y el amor, en su búsqueda de una existencia perfectamente armonizada con su entorno y las demás criaturas de Dios. Todo parece sencillo y amigable en ese bosque lleno de intelectuales bienintencionados, pero quizá necesiten algo más que filosofía para sobrevivir: ¿cómo harán frente al crudo invierno de Nueva Inglaterra? ¿Acaso saben algo sobre el mundo del pastoreo y la agricultura? ¿Qué ocurrirá cuando lleguen las primeras tormentas?

 

Louisa May Alcott nació en Germantown, Pensilvania, en 1832. Fue educada en el campo junto con sus hermanas, bajo la influencia de su padre, el filósofo Amos Bronson Alcott, y varios amigos de este, como Ralph Waldo Emerson, Nathaniel Hawthorne y Henry David Thoreau, de cuyo pensamiento se empapó desde la infancia. Debido a la pobreza de su familia, empezó a trabajar muy joven, ya fuera como maestra, costurera, institutriz o criada; también buscó compensación económica con su literatura: por ejemplo, a los dieciséis años escribió una serie de relatos para Ellen Emerson, que en 1854 serían publicados bajo el título Flower Fables. En 1860 empezó a escribir, bajo pseudónimo, para la revista Atlantic Monthly, y, durante la guerra de Secesión, entre 1862 y 1863, fue enfermera en el Hospital de la Unión en Georgetown, donde contrajo la fiebre tifoidea, algo que afectó a su salud el resto de su vida. Las cartas en que refería sus experiencias como enfermera, publicadas bajo el título Hospital Sketches (1863), la lanzaron a la fama. Su primera novela, Moods, se publicó al año siguiente, y en 1865 se marchó a Europa, para volver dos años después y asumir la dirección de una revista para niños, Merry’s Museum. Pero el verdadero éxito le llegó con la publicación de la novela autobiográfica Mujercitas (1868), una obra que escribió por encargo de su editor y en la que se aprecia uno de los temas más importantes de Alcott: la educación de las mujeres durante la juventud. Más tarde escribiría Una muchacha anticuada (1870), Hombrecitos (1871), Ocho primos (1875), Rosa en flor (1876) y Los chicos de Jo (1886), también inspiradas en sus experiencias como educadora. En otra línea más adulta, produjo una serie de novelas y ensayos de gran valor publicadas bajo pseudónimo, como Fruitlands (1873; Impedimenta, 2019) o Un Mefistófeles moderno (1887). Durante toda su vida, Alcott fue una entregada defensora de los derechos de la mujer, abogando en sus ensayos por el derecho al voto, y también apoyando la causa abolicionista. Pasó sus últimos años de vida en Boston, Massachusetts, donde murió en 1888, días después del fallecimiento de su padre.