Imaginemos la plaza de Jama el-Fna de Marrakech en plena ebullición: culebreros, magos, domadores de animales, curanderos, sacamuelas, danzantes, músicos, equilibristas... Llega el cuentero apoyándose en un largo bastón. Elige un lugar y con su bastón dibuja un amplio círculo en la tierra. Se coloca en el centro, atrae la atención de los presentes e inicia su cuento. Imaginemos también el harén del palacio Dar el-Majzen, donde el sultán y su familia escuchan cuentos narrados por una vieja esclava o por una de las esposas, mientras se toman un oloroso té con menta. O las cocinas, donde las mujeres de la servidumbre de palacio esperan a que una mendiga ciega a la que han dado cobijo esa noche inicie la narración de una historia.
La doctora Légey recopiló directamente de estos narradores y narradoras, a comienzos del siglo XX, los noventa y tres cuentos que componen este libro. Los escuchó en la plaza, en los harenes y en su propia consulta, adonde venían algunos de sus pacientes a sentarse y a charlar, y los transcribió lo más fielmente posible a como habían sido contados. Gracias a su rigor, hoy nos llegan las voces de estos marroquís de comienzos de siglo como si salieran de sus propios labios.

Cuentos y leyendas populares de Marruecos

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Imaginemos la plaza de Jama el-Fna de Marrakech en plena ebullición: culebreros, magos, domadores de animales, curanderos, sacamuelas, danzantes, músicos, equilibristas... Llega el cuentero apoyándose en un largo bastón. Elige un lugar y con su bastón dibuja un amplio círculo en la tierra. Se coloca en el centro, atrae la atención de los presentes e inicia su cuento. Imaginemos también el harén del palacio Dar el-Majzen, donde el sultán y su familia escuchan cuentos narrados por una vieja esclava o por una de las esposas, mientras se toman un oloroso té con menta. O las cocinas, donde las mujeres de la servidumbre de palacio esperan a que una mendiga ciega a la que han dado cobijo esa noche inicie la narración de una historia.
La doctora Légey recopiló directamente de estos narradores y narradoras, a comienzos del siglo XX, los noventa y tres cuentos que componen este libro. Los escuchó en la plaza, en los harenes y en su propia consulta, adonde venían algunos de sus pacientes a sentarse y a charlar, y los transcribió lo más fielmente posible a como habían sido contados. Gracias a su rigor, hoy nos llegan las voces de estos marroquís de comienzos de siglo como si salieran de sus propios labios.