Pablo Katchadjian
Amado señor
Blatt & Ríos

Páginas: 172
Formato: 18x13x2
Peso: 0.4 kgs.
ISBN: 9789874941725

Al escribiente de cartas de Amado Señor la cosa se le desvió. Allí donde planeaba, le confiesa a su destinatario, "armar un universo de ficción" a partir de la primera epístola, "abandonar esta conversación e iniciar otra más indirecta", descubre que no puede dejar de escribir cartas: está cansado de narrar, prefiere el coloquio directo. El escribiente no cree en su interlocutor y se lo advierte, pero su falta de fe lo empuja a un panteísmo del significante: cosa que nombra, cosa a la que le escribe (Amado Escarabajo, Amado Cuchillo, Amado Punto, Amado Cuervo, Amada Nube de Bacterias). Una enciclopedia maravillosa va apareciendo a los ojos del tercero, el lector. Y también una serie de historias y personajes, porque la parábola, más vieja que la literatura, termina por encontrar su lugar. Puede que Dios no exista, pero eso no es motivo para dejar de escribirle. En La ciudad de Dios San Agustín descubre que el alma, o el inconsciente, es indiferente al error: "¿Y si te engañas? Si me engaño, existo; pues quien no existe no puede tampoco engañarse. No me engaño en las cosas que amo; aunque ellas fueran falsas, sería verdad que amo las cosas falsas. ¿Por qué iba a ser reprendido e impedido de amar las cosas falsas?".

Amado señor

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Al escribiente de cartas de Amado Señor la cosa se le desvió. Allí donde planeaba, le confiesa a su destinatario, "armar un universo de ficción" a partir de la primera epístola, "abandonar esta conversación e iniciar otra más indirecta", descubre que no puede dejar de escribir cartas: está cansado de narrar, prefiere el coloquio directo. El escribiente no cree en su interlocutor y se lo advierte, pero su falta de fe lo empuja a un panteísmo del significante: cosa que nombra, cosa a la que le escribe (Amado Escarabajo, Amado Cuchillo, Amado Punto, Amado Cuervo, Amada Nube de Bacterias). Una enciclopedia maravillosa va apareciendo a los ojos del tercero, el lector. Y también una serie de historias y personajes, porque la parábola, más vieja que la literatura, termina por encontrar su lugar. Puede que Dios no exista, pero eso no es motivo para dejar de escribirle. En La ciudad de Dios San Agustín descubre que el alma, o el inconsciente, es indiferente al error: "¿Y si te engañas? Si me engaño, existo; pues quien no existe no puede tampoco engañarse. No me engaño en las cosas que amo; aunque ellas fueran falsas, sería verdad que amo las cosas falsas. ¿Por qué iba a ser reprendido e impedido de amar las cosas falsas?".